La Neurofisiología Clínica se define como una especialidad médica que, fundamentada en los conocimientos de neurociencias básicas, tiene como objetivo la exploración funcional del Sistema Nervioso Central y Periférico, utilizando tecnología altamente especializada con fines diagnósticos, pronósticos y de orientación terapéutica.
En el momento actual, la tecnología dominante se centra en el registro directo o indirecto, conversión, procesamiento y análisis de los fenómenos bioeléctricos de los sistemas mencionados. Se incluyen también aquellas otras técnicas que, aunque en periodo de desarrollo, permiten el análisis cuantitativo de variables neurobiológicas de aplicación clínica.
El comienzo de la Neurofisiología Clínica como especialidad independiente data de las décadas de los años cincuenta y sesenta en los países del norte de Europa (Suecia, Dinamarca, Finlandia, Reino Unido, etc.), extendiéndose posteriormente a otros países. En españa, existían 49 Servicios Centrales de neurofisiología Clínica y 79 Secciones de Neurofisiología hospitalaria en el año 1977. Este hecho y la realidad histórica determinaron que el Real Decreto 2015/1978 presente como especialidad médica a la Neurofisiología Clínica, utilizándose como referencia los programas de formación en la especialidad existentes ya en otros países europeos.
Dado que la afectación primaria o secundaria del Sistema Nervioso entra dentro de las áreas de actuación de todas las especialidades médicas y quirúrgicas, básicamente de Pediatría, Traumatología, Neurología, Neurocirugía, Psiquiatría, Reumatología, Neumología, Medicina Interna, Rehabilitación, Otorrinolaringología, Oftalmología, Medicina Intensiva, Medicina Legal, Medicina del trabajo, etc., la Neurofisiología Clínica tiene carácter de Servicio Central.Sin embargo, la tendencia actual no se limita al trabajo localizado en un laboratorio de Neurofisiología, sino su participación en equipos multidisciplinarios para la neuromonitorización en los quirófanos de Neurocirugía y Traumatología, la realización de pruebas diagnósticas en la unidades de cuidados intensivos, y el seguimiento de pacientes a distancia por telemetría.
La neurofisiología Clínica se basa en tres técnicas de exploración fundamentales: la electromiografía – electroneurografía, los potenciales evocados y la electroencefalografía.
La electromiografía consiste fundamentalmente en el estudio de la unidad motora. La unidad motora se define como el conjunto formado por una neurona motora del asta anterior medular, su axón, que transcurre por un nervio periférico, y el conjunto de fibras motoras inervadas por dicha motoneurona.
Realmente, el término electromiografía se refiere al estudio de la actividad eléctrica del músculo estriado mediate un electrodo de aguja insertado en el mismo. Mientras tanto, la electroneurografía consiste en el estudio de conducción de los nervios periféricos, sensitivos y motores, mediante estímulo eléctrico de los mismos y recogida de su respuesta, generalmente mediante electrodos de superficie. En el ámbito práctico y coloquial, se engloban ambas técnicas con la denominación genérica de electromiografía o electromiograma.
La electromiografía es útil para el diagnóstico de enfermedades del sistema nervioso periférico, permitiendo distiguir un trastorno neuropático (por alteración de los nervios periféricos) de uno miopático (por afectación primaria del tejido muscular), causantes ambos de síntomas deficitarios motores (debilidad muscular, paresia o parálisis).
Los estudios de conducción nerviosa son muy útiles para diagnosticar los síndromes por atrapamiento de nervios periféricos, siendo el más frecuente el síndrome del túnel carpiano, que cursa con parestesias (es decir, hormigueo y sensación de adormecimiento) en las manos, de predominio nocturno y que, en casos avanzados, puede provocar dolores en la muñeca, en el codo y hasta en el hombro, así como caída de objetos de la mano por debilidad muscular parcial y falta de sensibilidad de la yema de los dedos, lo cual a su vez dificulta los trabajos de precisión con las manos. El síndrome del túnel carpiano es la patología más frecuentemente referida a la consulta de Neurofisiología. En las neuropatías traumáticas con lesiones graves del nervio, los estudios de conducción nerviosa permiten establecer el tipo anatómico de lesión, su localización, el pronóstico funcional y evaluar el ritmo de recuperación. Por tanto, ayudan a indicar la posible intervención quirúrgica reparadora del nervio y son cada vez más requeridos en el terreno de la medicina legal y del trabajo, para valoración de daños y secuelas de accidentes.
La electromiografía con aguja es útil como complemento de los estudios de conducción nerviosa en las lesiones de los nervios periféricos, ayudando a datar la lesión. Este tipo de estudios es fundamental en las radiculopatías, es decir, en la afectación de raíces nerviosas que emergen de la médula espinal a través de los agujeros de conjunción vertebrales, y cuya lesión es responsable de los síntomas en los trastornos de columna, sean degenerativos o traumáticos, que consisten en dolor (cervicalgia, lumbalgia y lumbociática y dorsalgia) y trastornos sensitivos y motores de las extremidades. La electromiografía con aguja permite, en estos trastornos, localizar el nivel de la lesión (facilitando su intervención quirúrgica), establecer la gravedad de la lesión y la datación de la misma, y diferenciarla de otros síndromes dolorosos (fibromialgia, atrapamiento de nervio periférico, dolor miofascial, afecciones reumáticas).
Los potenciales evocados son técnicas de estímulo y respuesta, que engloban los sintemas nerviosos central y periférico, examinando las vías, generalmente largas, que conectan la corteza cerebral con los distintos sistemas sensoriales y motores.
Los potenciales evocados visuales sirven para evaluar las vías ópticas, desde la retina hasta la corteza cerebral visual. Son muy sensibles para evaluar la afectación de los nervios ópticos, estando poco influidos por las enfermedades puramente oculares. Son fundamentales en inflamaciones del nervio óptico (neuritis ópticas), en el diagnóstico de la esclerosis múltiple y en la evaluación de las compresiones de vías ópticas por tumores. También evalúan la función visual en personas que no colaboran (niños pequeños, parálisis cerebral, pacientes en coma). El electrorretinograma, derivado de los potenciales evocados, mide la respuesta eléctrica de la retina a estímulos de luz o de contraste, y se usan en la sospecha de retinopatías de origen genético, como la retinitis pigmentaria y para evaluar el estado de la retina cuando no es posible el examen visual de la misma, como en el caso de cataratas muy opacas. El electrooculograma (test de Arden) sirve para complementar al electrorretinograma en degeneraciones maculares y retinopatías. Ambas pruebas son imprescindibles para evaluar a los familiares de afectos de retinopatías.
Los potenciales evocados auditivos de corta latencia evalúan el estado de las vías auditivas hasta las estructuras del troncoencéfalo. Se alteran precozmente en los tumores que comprimen el nervio auditivo. Son básicos para el estudio básico de la audición de recién nacidos con factores de riesgo de sordera, siendo más fiables que las otoemisiones acústicas. En los adultos, permiten diferenciar la hipoacusia de percepción de la hipoacusia de transmisión, y evaluar el prorcentaje de pérdida auditiva para frecuencias medias, permitiendo una audiometría objetiva, es decir, sin necesidad de la colaboración del paciente. La electrococleografía permite el estudio de la actividad del nervio auditivo y de la cóclea, complementando a los potenciales auditivos para localizar el nivel lesional.
Los potenciales evocados somestésicos o somatosensorialesexaminan las vías sensitivas desde el nervio periférico hasta la corteza, permitiendo localizar el nivel de afectación a lo largo de las mismas y complementando a la electromiografía – electroneurografía. Son muy útiles en la evaluación de la esclerosis múltiple y en las enfermedades de la parte posterior de la médula espinal.
Los potenciales evocados motores evalúan la vía motora, desde la corteza motora hasta el músculo, estimulando la primera mediante pulsos magnéticos o eléctricos y recogiendo la respuesta con electrodos de supercficie en distintos músculos de las extremidades. Se encuentran en plena expansión y su principal aplicación es la monitorización en quirófano de intervenciones sobre la columna.
El eletroencefalograma es la única técnica que explora la actividad cerebral en tiempo real. Su uitilidad sigue siendo básica en el estudio de la epilepsía y como ténica de rutina en cefaleas, síncopes mareos y trastornos de conciencia, incluido el coma y la muerte cerebral.
El electroencefalograma, junto con otros medios y sensores de registro, forma parte del polisomnograma, exploración básica en los trastornos de sueño, que permite diagnosticar la apnea del sueño, el síndrome de piernas inquietas y de movimientos periódicos de extremidades, algunos síndromes epilépticos y las parasomnias, un conjunto amplio de enfermedades con alteraciones de la conducta durante el sueño. El polisomnograma estándar combina el electroencefalograma con el electromiograma de superficie, la medición de flujos respiratorios, la oximetría, la oculografía, el electrocardiograma y el registro simultáneo en vídeo. Su ventaja es la de diferenciar muchas enfermedades en una sóla exploración, no ciñéndose únicamente al estudio de la función cardiorrespiratoria.
El videoelectroencefalograma o videoEEG estudia la actividad cerebral en sincronía con la grabación en video del comportamiento y movimientos del paciente, permitiendo distinguir el origen cerebral de las anomalías motoras, convulsivas o no, diferenciando pseudocrisis cerebrales de crisis verdaderas.
El electroencefalograma cuantificado consiste en el examen matemático de la actividad cerebral, permitiendo visualizar mapas de la misma; es la única técnica de imagen que permite una comparación de la actividad cerebral del paciente con una base de datos normalizada y con su propia actividad en ausencia de medicación. Muy útil, por tanto, para evaluar el efecto del tratamiento farmacológico en los niños con trastorno de déficit de atención con hiperactividad. Su desarrollo actual apunta al diagnóstico directo y diferenciación de síndromes psiquiátricos, buscando patrones de actividad cerebral patognomónicos de los mismos.